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miércoles, 15 de abril de 2009

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La tristeza, que comió de sus bocas la poca esperanza que no fue arrancada antes con su dignidad, no dejó que el tiempo avanzara y continuara su camino normal, los detuvo en el tiempo menos preciso, los olvido en el momento de menos paz y tranquilidad.

Saciaron su hambre con la pena, la desdicha y su total inseguridad, inseguridad de esperar el día, inseguridad de conciliar el sueño, que a muchos de sus compañeros se les convirtió en una eterna estación. Junto al caudal de dolor que existieron todos juntos como animales, lo siguió la importuna de sus recuerdos, que aunque  ya bien avanzado estuvo el reloj, no los dejó. El olvido recordó por años las escenas que traumaron sus vidas y murieron en vida como seres sin alma, porque aunque no pudieron arrebatarles las vidas, se quedaron con lo más importante, sus ganas de seguir viviendo, sus almas.